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Mujeres trabajadoras del Cusco, testimonio de una voluntaria cordobesa en Perú

Nelly, Virginia, Roxana, Teresa, Angélica y Jimena. Parecen solo simples seis nombres de mujeres, pero detrás de ellas se esconde una realidad muy dura de Cusco. Una realidad bastante diferente al idílico centro turístico que el Estado vende. Ellas forman parte de un grupo de personas que habitan parte de la periferia de Cusco, donde los derechos al hogar, a la salud, a la educación, a la alimentación e incluso el derecho a la vida digna, están enterrados bajo la basura que rodea sus calles y casas. Todo esto, que para parte de la sociedad podría parecer impensable para sus vidas, es el clavo ardiendo al que ellas se agarran y por el que luchan cada día mientras los políticos y la sociedad las enmascaran.

Ellas son mujeres trabajadoras. Pertenecen a una sociedad que les brinda como mujeres el derecho a poder trabajar fuera de casa (aunque tampoco cualquier trabajo) y poder empoderarse personal y económicamente. Sin embargo, esta misma sociedad que ofrece nuevas oportunidades laborales a las mujeres, no ha repartido el trabajo del hogar y del cuidado entre el resto de componentes de las casas. Las reconocemos muchas veces como “súperheroinas”, y lo son; pero es injusto, deberían poder ser personas como todas y todos y tener tiempo digno para ellas.

Además de su jornada laboral, ellas cocinan, limpian, preparan la casa, la ropa, cargan con el agua y la compra. Visten, peinan, cuidan a sus niñas y niños, las/los llevan al colegio, se preocupan de su educación, de su alimentación, de su salud, de su higiene, de su diversión. Sacan tiempo para acudir a reuniones vecinales, del colegio e incluso participan cocinando en una olla común o cucharon solidario para preparar alimentos para sus niñas, niños, vecinas y vecinos. Abren las puertas de su casa, de su mente y de su corazón para recibir talleres y capacitaciones y seguir aprendiendo, trabajando y luchando con ganas por una vida más digna para sus hijas e hijos.

Si tienen suerte, alguna hija, madre o nuera les ayuda en algo, si no; todo les toca a ellas. A sus maridos no les gusta esas tareas, como sociedad no les educaron para la responsabilidad del reparto de las tareas y del cuidado. Mujeres con jornadas laborales más largas y duras en las que no reciben mayor sueldo; cuando vuelven a casa, son sometidas al trabajo del hogar, dependen económica y emocionalmente de sus parejas, sufren en ocasiones violencia doméstica, psíquica y física, y siguen faenando y luchando sin que nadie les escuche.

Nelly, Virginia, Roxana, Teresa, Angélica y Jimena, son mujeres de las que poca gente conoce o quiere conocer, un ejemplo de la cara oculta de Cusco del que todas y todos debemos tomar conciencia y empezar a escuchar y apoyar.

Ellas integran la organización “José Farfán” y de lunes a viernes brindan el apoyo solidario de cocinar y brindar alimentación a personas vulnerables, en el marco del proyecto “Promoción de la seguridad alimentaria en la población de las zonas periféricas de la ciudad de Cusco más afectadas por la pandemia COVID-19, Perú” con el apoyo del Centro Guaman Poma de Ayala de Cusco (Perú) y la contribución de la Diputación de Córdoba a través de la Fundación Social Universal de Montilla, Córdoba (España).

María Arroyo Buenestado
Voluntaria de la Facultad de Medicina y Enfermería de la Universidad de Córdoba

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